Blogueando con una amiga… esa a la que llamo amiga
por puro atrevimiento, pues hasta el momento no hemos hecho más que
compartir y respondernos algún que otro comentario, le explicaba sobre
la ilusión que me haría tener un blog. No sé, me gusta mucho lo que
hago, pero mi tiempo libre -con taza de café en mano- más que a leer, lo
dedico a escribir... siempre desde la retrospectiva de nuestro actor
intelectual del Moncada, José Martí: “Hay tres cosas que cada persona
debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y
escribir un libro”. Claro está, contemplando que aún hay a quienes ni
siquiera les gusta leer, otros que creen que plantar un árbol es
cuestión solo de ecologistas y que tener un hijo es algo común e
insustancial. Pero el problema está precisamente ahí, en que tener un
hijo, plantar un árbol y escribir un libro es fácil... lo difícil es
CRIAR un hijo, HACER que el árbol de frutos y Lograr que alguien lea el
libro. Ya por aquí, como aguacates de un árbol plantado –a escondidas
de mi abuelito, luego de estropearle ingenuamente una plantación de la
especie- desde mis 8 años de edad -18 desde entonces-, ahora intento que
alguien lea lo que escribo en este blog, pues es lo más cercano que
estoy de escribir un libro, y bueno, ya lo del niño quisiera dejarlo
para un poquito más tarde, aunque he de alegar cuánto de bien me hace
disfrutar de sus tiernas e inocentes sonrisas.
En el instante me advertía que lo complejo del asunto -o sea:
escribir un blog- era simplemente encontrarle un nombre a mi
“hijo-blog”, que ya el resto me vendría solo. Tenía muchísima razón con
todo aquello, pues pasé horas tejiendo nombres y enredando letras hasta
el borde de atropellar el dialecto español… mientras, la desesperación
era quien me dejaba sin aliento y ya la cabeza me dolía del intenso
rascar. De tanto estrujar mi cerebro, decidí pasar página y comencé a
“leerle” según la adicción comenzaba a manipularme a sus antojos. Las
crónicas se encargaban de saciar la sed de mis ojos, cuándo de momento,
ya sin percepción de cuán estresado estaba, siento que me ciega una,
entre otras tantas preguntas: ¿Encontrarán sus crónicas signos de
supervivencia cuando toquen tierra firme,
luego del naufragio? Pues nada, para ello hay una sola forma de
saberlo… por lo que yo continuaré aquí -junto a ustedes- en espera de
sus Botellas… A la orilla del Mar.
Wow!! qué sorpresa!!! al fin pude entrar, pues ya sabes que la conexión, Interner y yo, a veces jugamos a los escondidos...y por lo general siempre ganan... :(
ResponderBorraraunque bueno, no solo a mí me pasa, ya me dijiste que wordpress se portó tan mal contigo que hasta te impidió la entrada...
Bienvenido a la blogosfera, o a la escritura digital...o simplemente a la escritura, un gusto que compartimos. Abrazo
Muchísimas gracias por tus palabras Ley... muy tiernas y regocijantes por cierto. Que bueno saberte por aquí, en el blog, A la Orilla del Mar. Muy grata y alentadora tu sorpresa... de veras, me ha encantado tu huella. Ahora ya te puedes pasar cada vez que quieras, recuerda que todo lo mío de igual modo es tuyo...
BorrarPor esas cosas de la vida llegué a tu blog..... soy Chilena y vivo en USA, hace un tiempo fue a Cuba y me enamoré de la idea de conocer a su gente y cada rinconcito de ella, lo que es raro porque las islas en general me probocan un sentimiento de claustrofobia. Mientras planeo mi regreso a Cuba leo tu blog e imagino que a través de ti conozco un poco más de su gente. Parabienes para ti, escribes muy bien y es un agrado leerte.
ResponderBorrarA esas cosas de la vida igual yo les agradezco inmensamente. En una parte gracias a ellas y en otra a nuestros inmensos deseos de permanecer en libertad sin restricciones algunas de por medio terminamos conociendo cosas totalmente impredecibles que nos llenan de alegría y satisfacción plena. Me parece genial tu idea de conocer cada rinconcito de esta Cuba tan llena de nosotros. Gracias… por llegarte hasta la orilla de mi mar y resultarte agradable lo que escribo. Ahora ya conoces el camino y siempre que desees puedes pasarte en busca de aire fresco y pleno intento de conocer –como bien dices- un poco más de nuestra gente.
BorrarTu hijo-blog me gusta, aunque ya te digo, hay que llenarse de paciencia para esperar las botellas a la orilla del mar, pues yo, que nací gracias al fórceps, soy leeeeeenta, tanto así que envío los botellazos cuatro años después. De verdad, ¡qué paciencia hay que tenerme!
ResponderBorrarInmensa alegría la que se mezcla con la brisa que agita la orilla de esta mar sabiéndote cerca aunque no precisamente al alcance de ese abrazo rompehuesos que tanto bien pudiese hacernos. Inmensa alegría la de saber te gusta este hijo-blog que nació como duendecillo mágico en mero intento de mantener nuestros blogs anclados entre la dependencia sana de estar porque el otro existe. No hay que tenerte paciencia… aunque reconozco se echan de menos esas huellas tuyas que en ocasiones tardan un poco en llegar.
BorrarIgual por si la Olas... de verdad. Te tendré toda la paciencia del mundo.