
Al verme…
sorprendida me pregunta:
¿Qué
esperas para salir corriendo en busca de un lugar donde guarecerte de la llovizna?
¿No te has dado cuenta que ha comenzado a llover y la situación climática
amenaza con apretar? No te mojes… recuerda el agua de lluvia no es buena para
la salud.
Me
detengo unos pasos tras haberle pasado en frente y entre inquietudes hasta
alcanzo a poner en duda los conocimientos de química adquiridos durante mis
estudios. Aunque bien –por suerte- la conservación de mi estado sólido se
anticipa respondiendo a mi inquietud.
¿Existirá
–me pregunto- el ínfimo margen de posibilidad que nosotros, como especie
humana, seamos solubles en agua? Si… sería el único inconveniente a tener en
cuanta. Porque conozco a muchos que enferman, incuban virus gripales, viven gran parte del
año auxiliándose de pañuelos con los que despojarse de secreciones nasales. Y
no precisamente como secuelas tras aventurarse en el inmenso placer de
deleitarse bajo precipitaciones.
Con
lo que nos gustaba de niños bañarnos en el aguacero, corriendo de una esquina a
la otra, chapoteando en cada charco. Y es que de grande –me dicen muchos- soy
el chico que tal vez no haya sabido ser de pequeño. Sé… no soy el único… hay
muchos como nosotros ahí fuera.
Aprovecho tiempo y espacio al haberme detenido para
agradecer a la llovizna por convertirse en diluvio mientras me quito los
zapatos y remango el pantalón. Porque si… en ocasiones lavo y en otras ayudo a
mi madre. Miro al cielo despojado de estrellas. Le siento triste, nostálgico,
echando en falta cada puntito que tiende habitarle brillando con luz propia.
Percibo
el agua que pasa de mojar toda mi ropa a acariciar mi rostro como alguna vez puede
que lo hayas hecho en otro rostro. Recorriendo con la vista su mirada,
penetrando con tu lengua la comisura de su boca, acariciando con tus manos las
siluetas de una espalda. Recordando se quisieron… aun hoy… tal vez se continúen
queriendo.
Alcanzo
entonces a escucharle decir:
Miren
para aquello… qué barbaridad. Hay que
ver cómo son los locos de hoy en día. Los de siempre… habrá querido decir. Con
tanto techo donde esperar mientras deja de llover. Va escuchando música, el
pobre, abstraído del mundo –cuerdo- donde habita sin ser capaz de habitarle.
Ahora solo le queda detenerse y bailar bajo la lluvia...
¡¡¡Ser
loco es una felicidad!!! Me repito a diario…
Qué bien amigo, sí que cuando uno es niño persigue los aguaceros, ahora, te confieso que no me da esa "linda locura", trato de evitar lo que no viene solo, como algún que otro catarro, pero sí, a veces ser loco es una felicidad y si es bailando, ja ja ja, mucho mejor. Lindo domingo y una mejor semana para ti y los tuyos, mis cariños y sigue embullado
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BorrarOcasionalmente de lindas locuras estamos todos hechos a diario… aunque evitar lo que no viene solo sigue siendo cosa de sabios. Locos… pero sabios fusionados en la inmensidad deseosa de vivir. Un abrazos fuerte envuelto todo de cariños.