Tiempos atrás… -aun sin ser capaz de precisar cuánto exactamente-
bien puede que diez, quince y hasta veinte años… momento exacto en el
que se sincronizaban consecuentemente las secuelas concebidas por el
bloqueo del imperialismo norte americano, implantado desde Octubre de
1960, a nuestra Llave del Golfo; comenzaba el bien conocido Período
Especial –ese que de especial, claro está, no tuvo nada-. Y consigo, los
problemas económicos, los altos precios del petróleo y como es de
esperar, aun sin mandarnos a correr, llegaron los venditos apagones.
Los famosos y honorables
apagones. Puede que hasta haya alguien para quien se le torne
insoportable el revivir las anécdotas de aquél entonces. En mi caso,
particularmente, me diluvian a retazos miles de vivencias… vivencias que
por crudas y realistas que fuesen, no quisiera llegar a olvidar.
Porque si, vivencias al fin y al
cabo, son todas muy parte de lo que somos hoy en día. Aun con 28 años
no consigo olvidar los gritos –Joooder, que mi niño se despierta, Dany
entra a casa que está oscuro y te lleva el hombre del saco –ante lo que
alegaba Peter Pan vendría a salvarme-, nooo, no
corrasss!!! que en lo oscuro tropiezas y te me rompes los huesitos- de
mi Mima, la misma que mientras yo dormía, en pleno apagón, salía
corriendo en busca de una libreta, un periódico o cualquiera de sus
semejantes para disipar –oscilantemente- las altas temperaturas que me
hacían despertar.
A esas alturas de la noche,
mientras despertaba, ya todos en el barrio andaban sentados en sus
portales buscando quién sabe qué… tal vez una corriente de aire para
espantar el calor, alguna que otra palabra en labios de los
vecinos para abreviarle la existencia al aburrimiento, madres o
abuelitas corriendo detrás de sus críos para evitarles magulladuras y
sufrimientos innecesarios…
(…)
Pero los años han pasado y
aunque hay quien dice que los tiempos cambian, más las preferencias de
generaciones son las mismas, yo particularmente he sentido un inmenso
vacío en mi interior. Anoche en mi barrio se fue la luz y para cuando
salí a ventilar un poco mis pulmones, me encontré con la gran decepción
de que no había abuelitas llamando a sus nietos, porque ya no había
niños jugando a los escondidos o tocando puertas y mandándose a correr,
que ya los mayores no se preocupaban por conversar y que el tiempo de
anécdotas era simplemente un puñado de polvo en el viento. De repente
mis ojos se encandilaban al ver el vecindario iluminado, tal cual, para
entonces el vacío se intensifica al no escuchar a ningún chico,
corriendo despavorido… gritando -como si no le cupiese la voz en el
pecho- un desgarrador: “Vino la Luzzzzzzz”
Cuántas vivencias aquellas...
ResponderBorrarasí mismo... no dejo de recordar esos pequeños instantes en los que todo aparentaba ser perfecto. Niños al fin... bastaban unos dulces, un puñado de sonrisas y un chorro de abrazos para ser felices.
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