El mundo se torna
marginal y ridículo ante la guadaña que anda sobornando lo bello, ante la daga
que ataca a todo aquel que en la
felicidad habita o erróneamente cree haberla encontrado. La oscuridad es capaz
de esconder una rosa, más de seguro, no hay gripe que nos impida percibir su
perfume.
Las mañanas pueden notar la
ausencia del sol por presencia de nubes que se empeñan en aislarlo… hasta puede
que le extrañen, pues forma parte de ellas, así como con toda certeza “nosotros
formamos parte del mundo”. Aun así, ni Zeus un poco más tarde –tras la tormenta
que se extingue- podrá impedir la llegada de un arcoíris, como nadie podría
impedir la nuestra –a no ser nuestra propia voluntad- ante esa puerta que nos
abrimos ante el destino.
El invierno a veces nos consume
de frío, aún más cuando se nos esconde un abrigo, una manta o algo con qué
cubrirnos. Pero quien busca encuentra, no cualquier braza con la cual
calentarnos, sino aquella que con tan solo tenerle cerca, nos habita con pasión
y ternura sin importar la temperatura que nos congela.
A veces la decepción y el
despecho nos llevan a criticar, a ofender… hasta podemos llegar a odiar. Pero
solo podremos odiar con todas las fuerzas de cada latir, el día que realmente
el odio llegue a convertirse en amor y la comprensión, en una razón más para
decir –juntos- te amo al de cursar del porvenir.
Todo lo que necesitamos para ser
felices está ahí, al alcance de nuestras manos, puede que justamente al doblar
la esquina. Solo que en ocasiones por el mismo miedo de Arjona en el CD: “Sin
daños a terceros”, nos pasamos la vida corriendo en círculos por temor a perder
lo que creemos que nos falta. Y dejamos entonces de contentarnos de todo lo
bueno, real y maravilloso que tenemos, para andar vagabundeando en busca de
sueños que no llegan, miradas que se ausentan y hasta de posibles miedos que lo
joden todo.
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