La
idea de subir al Pico Turquino revoluciona las hormonas de disímiles jóvenes
ansiosos por conocer de cerca nuestra historia. Andar sobre senderos trillados
por la rabia vistiendo color verde olivo en busca de soberana libertad, incita
a voltear orgullosos de vivir en esta tierra.
Cada año son cientos los cubanos y otros tantos
extranjeros que se aventuran rumbo a la elevación más alta que tiene Cuba. La
meta es invariable: 1974 metros de altura sobre el nivel del mar y situado en
el corazón de la Sierra Maestra, al oriente de la isla.
Desde el pasado 2014 un grupo de investigadores del
Centro de Inmunología Molecular (CIM) ha dejado de conformarse con solo hacer
ciencia. Gracias al espíritu de guerrilla latente en las arterias de nosotros
los cubanos, decidieron aglutinar gustos y preferencias en la práctica del
senderismo. Excelente iniciativa para endulzar el alma y limar asperezas.
Así surge la idea. Entre tantos sitios por visitar
resultaría imperdonable escoger otro que no fuese el seleccionado por el
Ejército Rebelde en el año 1957 para derrocar al gobierno de Fulgencio Batista.
"Porque la experiencia es única e insuperable", declara Liset Martín. Pese a las condiciones climáticas
logra cada individuo por sus propias fuerzas superarse a sí mismo. Mientras
crece deliberadamente la admiración y respeto por jóvenes que en un ayer
sacrificaron tanto por un ideal.
La propuesta
fue lanzada por la secretaria general de la UJC del CIM, Karina García. De
inmediato comenzaron a llegarle solicitudes por vía e-mails. Por esos días no
quería involucrarme como tampoco quisiera hacerlo en estos momentos. Pero
resultaba imposible abstraerme del contexto. Solo tenía claro una cosa: yo no
podía faltar.
En un comienzo pocos se preocupaban por la
complejidad de la travesía. Unos eran los que se alistaban por primera vez
deseando cumplir un sueño o saldar deudas de algún pasado incierto. Otros los
que esperaban regresar en busca de recuerdos y nuevas experiencias. Hasta hubo
quienes llegaron arrastrados por la fuerza del amor a su pareja.
El viaje duraría toda una semana ascendiendo por la
provincia de Granma. Tiempo suficiente para recorrer cada rinconcito como si
fuese el último. El sábado en la tarde estaban todos puntualmente en el parque
Mariana Grajales, ubicado en 25 y C, Vedado. La guagua salió en tiempo hasta Bartolomé
Masó, en Bayamo. Ahí nos estaría esperando un trasbordo.
Más de doce horas de incómodo viaje lograban
sintetizarse en un ambiente donde el insomnio apenas dejaba dormir. La noche
fue todo un dilema. Eran tantos los deseos de llegar que entre canciones de
todos los tiempos y botella de Whisky nos terminaba sorprendiendo el amanecer
antes de lo esperado.
Sobre las 10:00am estábamos todos listos para
continuar el viaje. Esperábamos sentados en el parque Bartolomé Masó la llegada
del camión. Resultó conveniente para entonces salir en una guagua Girón a
intersectarle por el camino porque el vehículo demoraba en llegar.
El recorrido es bastante complejo. Por suerte la
compactación del personal que viajaba dirección al pueblo aislaba con engañosa
relatividad el grado de inclinación de la carretera por la que circulábamos. Una
pendiente que supera los 45 grados de inclinación y pone los pelos de punta a
todo el que intenta contemplar el paisaje con proporcionalidad directa a la
avanzada.
Llegado el
camión al campamento de pioneros en Santo Domingo todo comenzó a sabernos
diferente: el aire puro habitando los pulmones, la humildad del guajiro que se
ofende si se intenta retribuir con dinero cualquier gesto que pudiesen tener
con los que llegan de visita, el agua cristalina del río, el silencio inundando
de paz el ambiente… todo.
Aquella tarde solo quedaba descansar un poco
mientras unos se acomodaban en la barraca o en tiendas de campañas y el resto
llegaba hasta las orillas del río para refrescar del viaje. Había que recuperar
fuerzas. La expedición estaba algo cansada aunque decidida a como diese lugar.
Involuntariamente a la mañana siguiente cada quien
se levantaba antes de lo previsto. Transcurrido varios minutos destinados al
desayuno se puso en marcha la tropa rumbo a la Comunidad la Platica.

Luego de una tregua y respectiva coordinación
con el guía, se decide desviar la marcha en dirección a la Comandancia de la
Plata. La programación tenía prevista dos acampadas antes de comenzar el
ascenso al Pico. La primera sería en la Comunidad de la Platica. De donde
saldríamos a las cinco de la madrugada siguiente rumbo a la Aguada de Joaquín.
Aquella madrugada llegaba un fresco olor a lluvia que anunciaba agua en las cercanías. Transcurrido un cuarto de hora entre el resplandor de las linternas y la oscuridad de la noche, nos sorprendió un diluvio que diezmaba la fuerza física porque la de voluntad seguía intacta. Como decimos nosotros los cubanos: “Qué clase palo de agua”.
Aquella madrugada llegaba un fresco olor a lluvia que anunciaba agua en las cercanías. Transcurrido un cuarto de hora entre el resplandor de las linternas y la oscuridad de la noche, nos sorprendió un diluvio que diezmaba la fuerza física porque la de voluntad seguía intacta. Como decimos nosotros los cubanos: “Qué clase palo de agua”.
Bajo condiciones adversas se estuvo caminando como
hasta las 9:30am. Más de cuatro horas pisoteando entre el fango y ramas caídas
de los árboles. Situación estresante que desequilibraba la fuerza de voluntad
que blandía el espíritu de los que se imponían al contratiempo temporal.

Durante la subida se llevaba un paso bastante
agitado. Suficiente como para permitirme llegar entre los primeros, dejar la
mochila que llevaba conmigo y regresar parte del camino a contemplar el paisaje
que habíamos dejado atrás.
Ese día la retaguardia demoró bastante en
incorporarse. El bajar y subir constantemente los escalones –formados por la
corteza terrestre y las raíces de los árboles- debilitaba la fuerza de niños
acompañados por sus madres entre otros que tampoco lograban avanzar. Inmensa
labor la de hombres que aplazaron sus deseos de llegar porque la prioridad
comenzaba a ser desplazada por la amistad y los valor humanos.
Nunca antes los músculos les habían jugado tan mala
pasada.
Poco a poco los 39 expedicionarios lograban superar
los 8 Kilómetros hasta llegar a la Aguada de Joaquín. Los rostros lucían cansados
pero enorgullecidos de estar donde estaban. Aquella tarde por consenso unánime
se abortó la idea de continuar hasta la mismísima cima. La llovizna continuaba
molestando como de costumbre y las condiciones del terreno no eran las mejores.
Habría que esperar hasta la mañana siguiente para
continuar con el ascenso. Momentáneamente solo quedaba descansar del equipaje
al que por mucho que se le sacase por el camino continuaba pesando igual.
Porque desde luego: no faltaron los que se comieron gran parte de los
suministros y hasta los que votaron el agua para aliviar la carga.
Las bajas temperaturas no tardaron en hacer de las
suyas. Tanta era la humedad que faltando tres o cuatro horas para el anochecer
algunos comenzaban a plantearse la posibilidad de posponer el baño hasta
regresar a LA Habana. Los que se atrevían lo hacían tiritando de frío mientras
no faltó palabrota hasta en boca que jamás las diría.
Durante la comida siempre hubo quien se propuso
repetir. Esta vez el cansancio no dio margen para ello. La gran mayoría solo
quería terminar cuanto antes para irse a dormir tras la reunión que se
efectuaría para definir condiciones de viaje en el tramo restante. Ya poco les
importaban los ratones y el típico olor del guerrillero en la manigua.
Como última conclusión durante la reunión se
contempló que lamentablemente no todos los presentes estaban en condiciones
para continuar ascendiendo. Haber llegado hasta la Aguada era un gran mérito
para los que se lanzaban de mochileros por primera vez. Pero reconocían las
condiciones físicas en las que se encontraban. Sabían que el esfuerzo sería
superando con creces y prefirieron no arriesgar.
A la 4:00 de la madrugada comenzaba las alarmas de
los teléfonos móviles a sonar. Muchos ya estaban despiertos para entonces. No
porque quisiesen sino porque en el peor de los casos el frío no les dejaba
dormir. Fuera de la cabaña era insoportable permanecer. Recuerdo hubo un
momento en el que los hombres salimos para que las mujeres pudiesen cambiarse y
tuvimos que regresar de inmediato en busca de colchas para taparnos.
Una hora fue suficiente para dejarlo todo recogido.
Según lo acordado la noche anterior debíamos
salir a las 5:00am rumbo a la mayor de las cimas. Era nuestro tercer día de
viaje y el más complejo de todos. Había que llegar al Turquino para luego bajar
hasta el campamento de pioneros.
Convencida estaba la tropa de permanecer caminando más de doce horas sin
intervalo de descanso alguno. Se tenía programado recorrer en un solo día mucho
más que la distancia recorrida en los últimos dos días.
Tras ingerir el último sorbo de leche del desayuno
el primer paso no se hizo esperar. Todos con linterna en mano se alistaban sin
preámbulos de por medio. Con la esperanza de disfrutar de las mejores vistas a
primeras horas del amanecer se aventuraba cada cimeño sin la mera intención de
recordar haber estado cansado.
La noche anterior no había cesado de llover. El
terreno no podía estar en peores condiciones aunque ya poco importase el fango.
Cada vez estábamos más cerca y saberlo incitaba a seguir adelante.
Podía apreciarse el vigor con el que tras recorrer
el Paso de Los Monos continuaba la tropa caminando con paso firme. De cuando en
vez con intervalos de tiempos bien distantes se paraba para tomar un poco de
agua. En algún que otro momento hasta hubo quien se detuvo para esperar a los
demás mientras descansaba un poco.
Por fin uno de los momentos más esperado. Delante
de nuestros ojos una inmensa piedra desde la que puede apreciarse todo el
litoral. Maravillosa vista. Llegó el momento en el que todos quisieron hacerse
fotos aunque desde luego no era el primero ni tampoco el último. Cada vez
faltaba menos. Ya nada podría intervenir entre jóvenes científicos que sueñan
con hacer imposibles.
Al llegar no es menos cierto que no hay disfrute
paisajístico alguno. Más de seguro tampoco hay algo que reconforte tanto como alcanzar
victoriosos la cima, guiados por nuestras propias piernas frente al Martí que
nos recuerda desde su tan preciado legado que “Subir montañas hermana hombres”.
Porque tras haber subido… ya nada era igual. Todos habían cambiado.
Amigo, siempre me sorprendes, ¿sabes algo?, esa es una asignatura que me quedó pendiente y de hecho desaprobada. Nunca fui al Turquino, qué pena, me perdí algo muy especial, pero ya no puedo.
ResponderBorrarPero, ¿sabes otra cosa?, me hiciste sentir parte de ese grupo, de esos investigadores del Centro de Inmunología Molecular (CIM) que ahora, como dices, cambiaron, y te aseguro son mejores.
¿Y sabes otra cosa?, como una suerte de magia me parece encontrarme en esa, la última foto, ¿será?
Mis abrazos y besitos tinajoneros, y te digo, no descanses, aprovecha toda esa juventud y deseo de conocer, ¿después?, que te quiten lo baila'o!!!!!!
Sorpresa inmensamente grata la que encuentro cuando de regreso a esta orilla alcanzo a divisar tus huellas desde la distancia. Claro que puedes contemplarte en la última foto en la que todos logran con una sonrisa en el rostro despojar la instantánea del cansancio que nos acompañaba.
BorrarUna lástima que no lo hayas podido vivir en carne propia. Pero igual no importa… si te sentiste parte de la aventura es razón suficiente como para que puedas especular de haber subido con nosotros: haciendo ciencia. Abrazos miles rompe-huesos desde esta orilla tan nuestra.
Sorpresa la mía al ver que ya estás de nuevo con tus comentarios, me encantó eso y lo que me dices, como siempre, eso no es novedad.
ResponderBorrarGracias por la acogida en ese grupo tan especial.
Te deseo un maravilloso fin de semana, y otro abrazo rompe-huesos para ti.
Falta que hace la brisa de la Orilla de Tu-MiMar, el calor está horrendo!!!!
Gracias miles por tus palabras amiga. Hasta yo ando medio sorprendido de poder responder a los comentarios. Te confieso pensé en un comienzo que necesitaría esperar un poco más hasta que pasase el error. Ahora mismo… salgo en busca de tus crónicas con final no anunciado. Pude ver como quien no quiere las cosas que ya traes de la mano a la inspiración sin deseo alguno de dejarle escapar. Es bueno tenerte de regreso. Un fuerte abrazo desde esta orilla. Un lindo fin de semanas igual para ti…
BorrarMuy bueno. Nos veremos en alguna de estas montañas.
ResponderBorrarUn amigo parapentista holguinero, Juan Suarez, subió el Turquino con un parapente a cuestas para despegar de allí. No lo logró por las condiciones meteorológicas, pero fué un gran suceso. Luego despegó desde el Pico Cuba siendo el vuelo realizado despegando desde el punto más alto en Cuba. Esa es una historia aun no publicada. En algún momento la tendremos en http://parapentemoa.cubava.cu/
Desde luego bien que podríamos tropezarnos el día menos pensado. Sucede a menudo cuando nos atrincheramos con nuestra historia como quien no quiere las cosas. En Octubre próximo el Movimiento Cubano de Excursionismo pretende subir con la mera intención de reunir jóvenes y otros no tanto de toda la isla, en busca de un mismo sueño. Podrían sumarse… tal vez las condiciones ambientales sean las propicias y este amigo del que me hablas pueda ajustar cuentas pasadas. Ahorita me paso por tu blog. Cosas buenas pretendo encontrar por allá. Gracias por la huella.
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