
Ayer… mientras todos reflexionaban y reían entre chistes y paradojas,
yo permanecía –en plena declaración de amor- ahí, frente a Maruja sin
decir una palabra. No era para menos, ella continuaba tan hermosa y
encantadora como siempre… más como siempre, no dejaba de contemplarme
con aquella pícara mirada que advertía un “ni te atrevas”.
El silencio comenzaba a hacer de las suyas
apoderándose del entorno, las miradas se intensificaban cuando ya sin la
ínfima gota de esperanza, advierto que se me acerca inclinando su
rostro sin dejarme otra opción que responderle con una caricia –para
entonces, creo que la primera y la última-. Pues entre tanta euforia me
lanzo en el intento de advertir a los amigos, que ya estaban al
corriente y perplejos en medio de aquella escena… cuando ella se me
lanza encima en un estrepitoso picotear. El padre, como suele hacerse
llamar, entre tanta risa solo atinaba a comentarme: “cuando yo lo digo,
esa, es zorra y puta”.
Aun nadie se podía creer aquello… incluso yo,
continuaba sospechando que todo fuese parte de mi imaginación o secuela
de ese trago de cerveza, hasta el momento no consumido. Pero nadie
paraba de reír y mi dedo índice dejaba claro que Maruja –la cotorra de
la familia- sí que me había picoteado el dedo luego de haberme dado el
piojito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario