Cuando
se trata de hacer historia llegan los cubanos marcando ritmo a paso doble corto.
No porque se lo hayan propuesto de antemano sino porque les nace de corazón.
Oportunas casualidades generan compromiso. Compromiso con esta patria que
incita a las ganas de hacer y sabernos hechos de savia materia para con
nosotros mismos.
Faltando apenas una hora para salir rumbo al Pan de Guajaibón, se juntan de a poco 143 expedicionarios para sorprender las expectativas del Movimiento de Excursionismo Cubano. Contemplando la séptima acampada del grupo se concertó el encuentro a las 6:00pm del pasado viernes 2 de septiembre, debajo del puente ubicado en 100 y Autopista.
Nuevamente se fusionaban facultades universitarias, trabajadores del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnológica (CIGB) y del Centro de Inmunología Molecular (CIM) junto a guerrilleros del Teen UH, Mal Nombre y Camping Cuba. Esta vez contra fenómenos atmosféricos para rendir eterno homenaje al 90 aniversario de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.
… recordemos que nunca es tarde si la dicha es buena…
Pasada
las siete de la noche revolucionaban los pistones de dos camiones reservados
para el viaje. Por fin se siente girar hacia adelante los trescientos sesenta
grados de la primera circunferencia. Ya estábamos sobre ruedas. Solo faltaba
esperar unas cuatro horas de marcha que se iban tal cual llegaban entre
conversaciones, bromas y un excesivo repertorio de canciones que abarcaba todos
los géneros habidos y por haber.
Llegar hasta la provincia de Artemisa fue el comienzo de la gran travesía. Para entonces solo quedaba armar las casas de campaña en donde pasaríamos la noche hasta el día siguiente. A primeras horas de la mañana el de pie no se haría esperar. Resultaba necesario aprovechar cada minuto como si fuese el último para aislarnos de una caminata (12 Kilómetros) bajo plena luz del mediodía.
Llegar hasta la provincia de Artemisa fue el comienzo de la gran travesía. Para entonces solo quedaba armar las casas de campaña en donde pasaríamos la noche hasta el día siguiente. A primeras horas de la mañana el de pie no se haría esperar. Resultaba necesario aprovechar cada minuto como si fuese el último para aislarnos de una caminata (12 Kilómetros) bajo plena luz del mediodía.
Poca fue la distancia recorrida por carretera puesto que nuestro destino era hermanar hombres. Una vez enfilados dirección a la elevación montañosa más alta de la zona occidental de Cuba las condiciones desfavorecían el andar. Dada las excesivas precipitaciones el camino se encontraba en muy mal estado.
El
agua se encharcaba en huellas de animales que nos frenaban el paso mientras se
colaba el fango entre las rendijas de tenis y botas viejas. El pesado equipaje
se encargaba de hundir a varios en la espesura del barro. Siempre hubo quien
salió descalzo y tuvo que regresar en busca de su calzado. De ellos: algunos
con posibles soluciones, otros… irreparables.
Sobre la marcha el cansancio insistía
constantemente en apoderarse de los presentes. Pero cuando reinan las ganas de
hacer cualquier pretexto es válido para echar pa´lante. Dos fueron los
descansos en donde se aprovecharon algunos minutos para tomar agua y comer
algún energético: caramelo, chocolate o trozo de maní molido.
De cuando en vez aparecía
algún riachuelo en donde refrescarnos el rostro. Siempre hubo quien creyó
conveniente dejar las cosas a un lado para darse un buen chapuzón. Reconozco
haber sentido envidia. De no haber andado con la Réflex hubiese sido sin duda
uno más dentro de aquella agua cristalina y fresca.
Alrededor
de la 1:00pm estábamos todos en la base del Pan, a solo 699 metros de la cima.
Dada las elevadas temperaturas y lo
tarde que pudiese hacérsenos el regreso encontramos conveniente armar las
tiendas en donde dejaríamos las pertenencias antes de subir. Todo estaba seguro
en aquel lugar donde la humildad del guajiro le impide apropiarse de la cosecha
labrada por manos ajenas a las suyas.
Tras una merienda preparada por las
muchachas el Teen UH y un breve descanso comenzamos a ascender con las mismas
energías que salimos desde La Habana. Por recorrer quedaban solo cuatro
quilómetros bordeando la montaña hasta llegar a la cúspide. Donde gobierna un
busto del Titán de Bronce subido por el grupo espeleológico Origen junto a otros
jóvenes intelectuales desde el 6 de diciembre de 2006.
Por el camino se
precipitaban los pasos de una guerrilla que vive inmortalizando la historia.
Niños acompañados por sus padres, adolescentes, jóvenes y otros más
experimentados lograban llegar justo antes de lo previsto. Una marcha acelerada
que nos dejaba sin aliento pero que reconfortaba el alma mientras nos imponíamos
el reto.
Nos trazamos la meta de llegar con 90 piedras
entre los 5 y 10 centímetros de tamaño que fueron pintadas con los colores de
nuestra bandera y dejamos ordenadas como quien escribe el nombre de nuestro
líder revolucionario. Quien recorrió de joven cada uno de los senderos siendo
alumno del colegio de los Jesuitas.
La tiradera no podía faltar en todo aquello.
Mientras unos pintaban otros se encargaban de trocear algunas barras de maní
molido que fueron compartidas con los presentes. Luego llegaron las fotos entre
el asombro –por la hermosa vista- que nunca merma pese al número de veces que
hayamos subido.
Las manecillas del reloj continuaban girando. El
sol sintió la necesidad de ponerse por lo que la inmensa mayoría decidió
descender en tiempo para evitar que les
cogiese la noche por el camino. Pocos eran los que faltaban por bajar. En
realidad dos excelentes e insustituibles amigos (Madelín Ramírez y Reno
Massola) con los que quería congelar el instante y varios muchachos del grupo
que decidieron esperarnos para regresar de últimos.
Poco
nos importaba la oscuridad de la noche. Era algo que desde un comienzo tuvimos
previsto y por lo cual decidimos llevar frontales. Las condiciones del camino
habían cambiado. Ya no era el trillo que recorrimos de ida sino una canal que
gran parte de la tropa había formado mientras bajaba de nalgas para evitar
caídas innecesarias.
Aun
así descendíamos con prisa. Un excelente paso que hemos ganado con la
experiencia de guerrilla. Insospechadamente nos vimos obligados aflojar. Antes
de llegar a la mitad del trayecto por recorrer nos encontramos con un rezagado
del CIGB vencido por la fatiga e inseguro de sus propios pasos.
De
repente nos convertimos en la retaguardia de la expedición. Regresábamos a
pasos entrecortados que agotaban desesperadamente entre la sed que nos invadía.
Pero teníamos que descender como grupo y eso hicimos hasta que fuimos
auxiliados con un trago del preciado líquido. Tardamos un poco hasta llegar.
Al
final del camino nos esperaba con un pomo de agua el esposo de Made, Roberto
Morejón: un excelente amigo a quien tengo la inmensa dicha de conocer. El
cansancio premiaba el orgullo de habernos impuesto a nuestros propios límites.
El cansancio de haber llegado… de haber subido… era nuestra recompensa.
A
esa hora urgía un río en el que pudiésemos refrescar mientras el grupo
destinado a cocinar se encontraba preparando unos deliciosos espaguetis que
comimos al regreso. Pocas eran las energías que nos fueron quedando. A medidas
que avanzaba el tiempo los presentes decidieron acostarse hasta la mañana del
domingo. Teníamos para entonces planificado el regreso que continuaba siendo
fuerte. Debíamos descansar.
Las
alarmas de los teléfonos móviles fueron todas apagadas. Teníamos la posibilidad
de dormir algunos minutos más. El sueño se hizo intenso aunque no faltaron los
que prefirieron continuar despiertos. Hay quienes dicen que eran las tres de la
mañana y continuaban despiertos.
Al
amanecer ya el desayuno estaba preparado. Dos galletas con guayaba y un vaso de
refresco tenían la responsabilidad de levantar en pie las energías que nos iban
quedando. De súbito se recogieron las tiendas mientras se alistaban los
presentes. Siempre hubo algo de tibieza pero no la suficiente como para que
demorásemos en salir del campamento.
Los
pasos de regreso fluctuaban según sus responsables. Unos excesivamente cansados
pero todos deseosos de regresar. Muchos de los presentes tenían que comenzar al
amanecer del lunes el nuevo curso escolar. Sobre la marcha de cuando en vez se
descansaban algunos minutos para continuar hasta la carretera en donde nos
recogerían los camiones.
Ahí nos concentramos todos a medida que íbamos
llegando. A la derecha del camino encontramos la casa de unos guajiros de la
zona a la que nos acercamos para pedirles un poco de agua que tomar y con la
que pudiésemos preparar un paquete de refresco. Aun nos quedaban algunas barras
de maní que compartimos entre todos. Porque desde luego… cada vez que salimos
nos lo compartimos todo.
Faltando poco para que llegase la vanguardia
alguien advirtió faltaba un grupo de personas que andaba perdida por tomar el
camino equivocado. Cuando contaron los presentes faltaban 15 miembros.
Obviamente, los perdidos. Poco importó que el camino a seguir fuese evidente.
Aún hay quienes no logran orientarse por evidente que resulte el sendero.
Pese
a la mala cobertura de los celulares pudimos establecer contacto y ubicarlos en
la dirección correcta. Nos quedaba esperar que llegaran. Pero esperar a fin de
cuentas termina desesperando a quienes esperábamos. Preferimos entonces
aprovechar el tiempo jugando voleibol cuando otros preferían permanecer
tendidos sobre el suelo.
Cuando menos lo esperábamos Made y
Adriana nos recordaban haber traído café instantáneo al mismo tiempo que
sugerían prepararlo. Cuando se habla de café entre tantos profesionales la
resistencia termina siendo absurda. A por un buen café fuimos varios de los
presentes del grupo Camping Cuba junto a Alejo, del CIGB. Dos ladrillos, unas
ramitas cecas, un poco de alcohol y algún que otro fósforo fueron suficientes
para ver el fuego arder. El agua no tardó tanto en hervir. El café vietnamita
se disolvió de forma sorprendente para cuando decidimos salir a ofrecer un
pequeño sorbo entre todos los que permanecíamos a la espera.
Poco después llegaban los extraviados escondiendo
el rostro para evitar bromas de algunos que nunca creyeron posible se hubiesen
perdido. A buscar las mochilas fueron todos ansiosos por llegar. Los camiones
ya estaban a la espera. Las nubes cargadas amenazaban con llover mientras el
camino de regreso prometía más aventuras entre buenos y viejos amigos que se
dejan la piel en cada vivencia.
Hola amigo, no me perdono la demora en entrar a la Orilla de Tu-Mi-Mar, pero aquí estoy feliz con tus historias, tan verdaderas como tú. Aprovecha esa juventud que no cree en si es de noche o de día, en si va a llover o hay sol, además, se despoja del cansancio en un abrir y cerrar de ojos; solo materializa todas esas aventuras que te llevan a conocer sitios insospechados y también a fortalecer y crear nuevas amistades, eso es lindo, incluso, hay quienes decimos (porque a veces así pienso), ahora no son tan reales, y créeme siempre las necesitamos.
ResponderBorrarMe hiciste saliera en mí un poquitín de chovinismo, ja ja ja, el día que pruebes el maní Roselló, tan camagüeyano como yo, no vas a querer otro. Ya lo sabes, mis abrazos y cariños tinajoneros...
Nunca es tarde si la dicha es buena… tan buena como estas huellas tuyas que me dejas cada vez que te pasas por esta orilla tan de todos… particularmente tuya. Para descansar siempre tendremos tiempo. Estos son solo momentos para imponernos a nuestro destino mientras disfrutamos de todo lo bueno con lo que nos podemos tropezar en la vida y hacer nuevas amistades. Aunque no todas contemplen el concepto en su extrema dimensión. Los falsos no saben lo que se pierden. Los buenos son los verdaderos!!! Los que escasean pero aún existen. Porque seguro estoy no eres un reflejo… porque seguro estoy hay otros varios deseosos de abrazar sinceramente. Un fuerte abrazo amiga… desde esta orilla en la que creo oler ese maní que algún tendré que probar…
Borrar